jueves, 18 de diciembre de 2014

El milagro de Babalú Ayé



17 de diciembre, día de San Lázaro en Cuba. Son miles los que visitan la pequeña Iglesia del Rincón, en Santiago de las Vegas (Boyeros - La Habana). San Lázaro es Babalú Ayé en la regla de Ocha.

 17 de diciembre de 2014, EEUU levanta el embargo a Cuba tras 53 años de bloqueo económico. Felicidades a todos mis amigos de La Habana, con los que me gustaría estar en estos momentos y desde la prudencia desearos que sea el primer paso hacia un futuro mejor. Para siempre en mi corazón...Viva Cuba!!!!



jueves, 23 de octubre de 2014

En La Habana no ponen Master Chef

Habaneando. De compras en La Habana (Alfredo Iglesias)

Mis amigos en La Habana no se lo podían creer. Mis amigos pintores, músicos y bailarines no podían entender que el arte en España actualmente se haga en las cocinas. En La Habana, el arte es reivindicativo, explosivo en formas y contenido, concienciado social y políticamente y muy crítico. Unas veces de forma velada y otras sin contemplaciones. Se analiza, se desmenuza y se  opina desde los micrófonos, desde los lienzos, con el cuerpo y con el alma, el pasado, el presente y el porqué de las cosas. Ríanse de Harry Potter, magia hace una madre para dar de comer a la familia dos veces al día haciendo combinaciones de tres elementos. Los niños en La Habana van al colegio en camello, pero no sobre él, sino dentro de sus tripas (haciendo referencia a un medio de transporte ya desaparecido). La Habana es una ciudad enferma que supura arte, pero arte del que llamábamos nosotros “con mensaje” cuando sabíamos protestar. La Habana hoy es como el Madrid de los ochenta y la gente atrapa su porción de libertad para compartirla, embellecida si es posible, con los demás.
En Cuba se come arroz y frijoles y se cena frijoles con arroz. Algo de cerdo si hay suerte, pizza de tomate y queso, hamburguesas y espaguetis si lo puedes pagar, luego te vas a cantar, a bailar o a pintar y siempre a disfrutar.
Estos iban a “alucinar” si viesen que en nuestros periódicos se les dedica tantas páginas a los cocineros como a los equipos de fútbol, si viesen una televisión plagada de programas y concursos con señores de blanco cortando cebollita fina.
  -Si ves que han llegado huevos, asegúrate un par de cartones porque mañana no habrá. Los huevos son pequeños y de yema muy amarilla, no se parecen en nada a los que comemos aquí. Me han dado explicaciones de todo tipo pero una me llamó la atención: Los huevos son así porque a las gallinas se les alimenta con larvas de mosca.
Muslos de pollo, eso si que hay. Pollo frito por todos los lados, pero solo los muslos.
  - Pero que coño hacéis con el resto del pollo. A ver si algún día veo una pechuga
  - Las pechugas se quedan en los hoteles (cualquier sentido que se le quiera dar a esta
    frase es cierto)
…Y cuando ya no puedes más, decides darte un atracón. Al final de la calle hay una barra que se llena con cuatro personas y que aquí llaman cafetería. Me pido un platazo de espaguetis que me tengo que comer de pie o sentado en las jardineras vacías que dan a la calle. Algunas veces no me han podido atender porque te tienes que traer el plato de casa. Doce pesos cubanos, menos de cincuenta céntimos de euro y te vas “comido” a casa.

Aquí hacemos arte en la cocina, cosas bellas que conquistan nuestra vista y nuestro olfato, encandilan al paladar y……..ya no pasa nada más. Llámenme paleto, pero este es un arte caro y cuando no hay pasta, no se venden muchos  cuadros.

jueves, 14 de agosto de 2014

Refllexiones I

Habaneando.Bar Casa Grande La Habana. (Alfredo Iglesias)
Ya han pasado dos meses y medio desde mi vuelta de La Habana y solo el nueve de junio conseguí  publicar unas líneas en este blog. Lo he intentado varias veces y dudo que esta vaya a ser la definitiva y que consiga hacer algo coherente con los pensamientos que me dan vueltas por la cabeza.
Hemos hablado por teléfono con Luís, que ya da por seguro que colgará “La última cena” en la Fábrica del Arte Cubano y he recibido varios correos de Isis y un mensaje de Sergey. Nos echamos de menos. Nos echamos muchísimo de menos.
Tengo la sensación de estar metiendo en una bolsa cada día que pasa y que la deposito en la basura antes de echarme a la cama.
Recuerdo que antes de ir a La Habana, le comenté a Luís que nuestro viaje era (como se suele decir) salir de Guatemala para ir a Guatepeor. Jamás tuve un especial interés en visitar Cuba y salíamos de un país sumido en una demoledora crisis hacia otro en el punto más alto de su decadencia. Pensaba en morenas y morenos bailando salsa y regatón y que coño podía yo pintar en ese escenario. Desde mi desconocimiento de Cuba e influenciado por las ideas preconcebidas y por los testimonios de los turistas de siete o quince días repartidos entre los hoteles habaneros y en los “paraísos ficticios” y ”hermosos guetos” en primera línea de playa en Varadero,  nos “plantábamos” en el barrio de El Vedado con el propósito de olvidar nuestras respectivas crisis, trabajar y vivir “casi” como cubanos.
En mi caso, mi intención era fotografiar la ciudad y escribir mis sensaciones de cada día. Lo hice desde una mirada ingenua, según iba descubriendo lo que esta ciudad quería mostrarme, sin más influencias, sin otra intención, con escasa información adicional y desde la perspectiva que te da el estado de humor tan cambiante que provoca una estancia prolongada en La Habana, una exposición a esta extraña radiación, una medicación que cura, molesta, enfada, divierte, engancha… y miles de cosas más.
Ahora desde mi casa, en la ciudad que nací y en la que he pasado la mayor parte de mi vida, me asombro que la sinceridad e inocencia de mis palabras y pensamientos descubran realidades que leo y veo en escritores y periodistas, autores de escritos o documentales, textos sesudos y videos de los que circulan por televisiones y por Internet.
Intenté evitar escribir de cosas “serias”, al igual que parecer parcial o meterme en “barrizales” de los que no supiera salir y casi sin querer, he reflexionado sobre todas las múltiples realidades de Cuba con palabras y fotos de mi día a día.
Sumido en la insoportable ociosidad del que no sabe que hacer con su vida, mis mejores momentos los paso recordando los instantes y los amigos, los gestos, las palabras y los lugares que han quedado al otro lado de un océano. Todos los días pienso en ellos y repaso las fotos una y otra vez y me obsesiono por ir conociendo un poco más ese lugar. Leo y veo grabaciones y videos relacionados con Cuba, su historia, su música y sus costumbres. Analizo las opiniones y los comentarios de otros visitantes y la visión que se afanan en dar de sus experiencias en la isla.

Reflexiones II En ocasiones veo casas despintadas

Habaneando. Barrio El Vedado. La Habana (Alfredo Iglesias)
A  los pocos días de mi vuelta y sentados en la terraza de una céntrica cafetería logroñesa me presentan a un hombre. Es algo mayor, camisa a cuadros azules, elegante y de apariencia económicamente acomodada. Visitó La Habana hace unos años y no piensa volver.
   - ¡Vaya ciudad! Todo está roto…y ¿Qué me dices de la suciedad y el olor en las calles a pis de caballo?
   - ¿Qué si me di cuenta?...Fueron los primeros quince minutos del primer día en Habana Centro y frente al Capitolio, nada más bajarse del almendrón. Aquello era como empezar a pasear por la luna. La parada de los coches de caballo está ahí mismo y ríos  de orines corren por el asfalto. Una “guiri” delgada, blancucha y con ojos llorosos se tapaba boca y nariz con un pañuelo y corría entre una nube de humo negro de motor para evitar permanecer más tiempo en esa zona  y acabar vomitando.  Luís recogía unas hamburguesas en un puesto cercano y a la vuelta de la esquina una mujer tendía la ropa en uno de los balcones apuntalados de un bloque de viviendas hueco y por donde crecía una vegetación incontrolada. ¿Olor?...Aquello fue un bofetón en toda la cara. Tanta realidad y tan junta apesta. Estaba como borracho sin haberme dado un trago.

El hombre me dijo que había pasado una semana en La Habana. Me pregunté que narices pudo hacer los seis días, veintitrés horas y cuarenta y cinco minutos restantes.
No voy a negar que situarte de repente frente al Capitolio, de buena mañana, con un bullicio de gentes que no sabes muy bien que están haciendo ahí, con un fuerte olor a orines, con coches de los años cincuenta que dejan una nube de dos metros de humo negro y rodeados de casas apuntaladas y habitadas en pleno centro de la ciudad, impresiona mucho, pero impresiona más que un hombre invierta su tiempo y sus euros en unas vacaciones a un lugar que solo te deja el recuerdo del olor de los orines de los caballos.

Otra de las frases más escuchadas entre los que visitan Cuba:
                                “Tienes que ir a Cuba antes de que cambie”
¡Buff! Se podría estar todo el día analizando este pensamiento. El que viaja a Cuba y dice esto parece estar deseando que no cambie nunca, como si fuera posible pasear entre sus destartaladas y sucias calles congeladas para la eternidad y sin fecha de caducidad. El menú está servido: Viaje al siglo pasado, mujeres prostituyéndose a tiempo parcial para llegar a fin de mes y la posibilidad de contar a tu vuelta toda la miseria que has visto y lo mala que fue la Revolución mientras te tomas unas copazas con los amigos en la terraza de moda. Claro está, que si cambia, a tomar por saco Cuba y los cubanos y el próximo viaje a cualquier Resort de República Dominicana que al fin y al cabo será lo mismo, cemento y más cemento bordeando playas privadas. Y es que si muchos errores se han cometido en Cuba, está en la mejor situación para no repetir los nuestros, todos los males de una sociedad de consumo, irrespetuosa por el medio ambiente y de una avaricia tan desmedida que ha generado una crisis humana, económica y medioambiental de consecuencias todavía desconocidas.
Por el otro lado, si hay algo que debe cambiar urgentemente en Cuba, que el sueldo de un cubano le alcance para comer los treinta días del mes.

Claudia nos había invitado a su fiesta santera de cumpleaños en casa de su abuela. La puerta estaba abierta y los invitados se repartían entre las estancias de la casa, el descansillo y las escaleras. El sobrinito de Claudia anuncia nuestra llegada a gritos durante un descanso de los músicos.
Luís, un hombre blanco, camarógrafo jubilado y vecino de escalera participaba de la fiesta sin excesivo interés. “Folclore, todo folclore” Me comentó.
Estuvimos hablando de nuestros trabajos y pronto hicimos buenas migas. Me habló de todo lo bueno que había traído el régimen, incluida la sanidad y la educación gratuitas.
     - ¡Coño!... Pues igual que nosotros. Si es que, no debemos ser tan diferentes. Lo que vosotros llamáis Socialismo, nosotros Estado del Bienestar (…de momento). Y es que con todo lo que ha costado conseguirlo, ahora se lo están cargando y aquellos logros cuando ya solo sean un viejo recuerdo, los renombrarán como “rancio y desfasado comunismo”. Luís, y…hoy  por hoy…¿crees que en Cuba se vive bien?
Luís se explaya en su discurso de defensa del Castrismo para acabar diciendo:

    - Bueno, si. Las casas si que están un poco despintadas.

viernes, 1 de agosto de 2014

Averías

                            
Habaneando. Averías. Almendrones. La Habana (Alfredo Iglesias)
Averías constantes. Toda la ciudad se convierte en un improvisado taller y los vecinos en los mejores mecánicos. Los viejos almendrones  eligen donde y cuando parar.

martes, 24 de junio de 2014

jueves, 12 de junio de 2014

Trabajadores

Habaneando. Primero de Mayo. La Habana 1 (Alfredo Iglesias)
Entrada correspondiente al día 01/05/2014 y que no llegó a publicarse.

    A las cinco y media me levanto. Por lo que me cuentan y tras tres horas en la cama,  he dormido una hora más que el Ché. Las principales arterias de la ciudad están cortadas. Intento llegar a Paseo por la calle 23 y luego por 25. La gente se va agrupando para el desfile y resulta muy difícil transitar. Al llegar a Paseo y entre el grueso de la manifestación, que aún espera la salida, avanzo lentamente con dirección a la Plaza de la Revolución. Escucho a personas que comentan que empezaron ayer a las diez de la noche los preparativos del viaje. Me sitúo junto a un grupo de trabajadores de la construcción y renuncio a colocarme más adelante. A las siete y media se escucha el himno nacional por megafonía y da comienzo el desfile. A las ocho en punto paso por delante de Raúl Castro, con prismáticos y camisa blanca guayabera. A las nueve y media ha acabado el desfile. Colocados estratégicamente, los autobuses van recogiendo a regueros de personas para ser devueltas a sus puntos de origen y la ciudad va recobrando la normalidad de cualquier otro día. Llego a casa después de dar una larga vuelta y pasando por el cementerio chino. (Aquí hay un pequeño cementerio chino situado tras el de Colón. Lo digo solo por comentar…) La situación en casa está complicada. El inodoro se ha atascado y Yandris se está peleando con una sirga, gruesa cual reptil emergente de aguas cenagosas. La imagen me recuerda a la famosa escena de la anaconda de Félix Rodríguez de La Fuente. La operación dura varias horas y el calor va en aumento. Luís, Raquel y yo permanecemos sentados y cariacontecidos lo más próximos a la terraza. No debemos tirar el papel higiénico por el inodoro. Para ayudar llega Asdrúbal en overol, en inglés over all: buzo de trabajo. Con un gran sentido del humor hace chistes sobre nuestra alimentación capitalista y en los “pequeños respiros” que se puede tomar, ayuda a Raquel a preparar los lienzos. Poco a poco se vence el “bloqueo” y la tensión se relaja. Raquel ofrece fruta a Yandris a lo que responde que si pone la mano en el plato, acabamos todos con ébola. Al final y entre risas, confiesa no haber jugado con tanta “mierda” desde que era niño. Raquel acompaña a Asdrúbal a su taller, que entre herramientas y vestido con su buzo se sienta en la mecedora a leer un libro. Raquel en ese momento, ya sabe la imagen que quiere pintar de Cuba.

 En reconocimiento a Yandris, a Asdrúbal y a todos los trabajadores. A los que trabajan por amor al arte y cobran con agradecimientos y a los que no. A los que piensan que el trabajo dignifica, a los que piensan que embrutece. Al jubilado que no sabe vivir sin trabajar y al que se jubila para contemplar el trabajo de los demás. Al joven que todavía no busca trabajo, al que dejó los estudios para trabajar, al que trabaja con las manos y al que lo hace con el pensamiento, al que lo hace sentado y al que no se puede sentar, al que rueda por kilómetros de asfalto, al que camina por metros de baldosas, al que pisa la tierra, nada en el mar o flota en el aire, al que lo hace bajo el sol o bajo una bombilla, a los que se juegan la vida, a los que obedecen, a los que toman decisiones, al que llega a final de mes y al de los dos trabajos.
 A los que lo buscan y a los que lo perdieron.

Habaneando. Primero de Mayo. La Habana.2 (Alfredo Iglesias)

Habaneando. Primero de Mayo. La Habana 3 (Alfredo Iglesias)

De la cama a la hamaca



Habaneando. Playa. La Habana 1 (Alfredo Iglesias)
Entrada correspondiente al Miércoles 30 de abril y que no llegó a publicarse. A duras penas conseguí escribir unas líneas el domingo hasta hoy miércoles. Antes de nada, quiero señalar que estoy divinamente y mi salud, aunque con algún kilo de menos (de los que no ando muy sobrado) también. Al grano. El domingo empiezo a notar algunas molestias a las que no doy mucha importancia. Durante todo el lunes se repiten los mismos síntomas que no tardamos en identificar como una infección de orina. Solo necesito unos antibióticos y a seguir funcionando. Por la tarde Luís me acompaña al Hospital Cira García, donde nos informan que mi seguro de viaje no está activado. Tomo la decisión de irnos del hospital y “cagarme en el gran negocio de los seguros”. No alcanzo a entender como un seguro ya pagado no es efectivo en cualquier momento, si bien es cierto, que figuran y no precisamente en letra pequeña, los teléfonos a los que llamar para activarlo desde España o desde el extranjero. Esto, a mi corto entender y hasta que nadie me confirme lo contrario, pensaré que es un protocolo, o más bien una estrategia para que en casos no muy importantes llegues al médico y acabes pagando de tu bolsillo la atención médica y olvidarte de los seguros y del trámite que ello acarrea. Además me importa un rábano lo que me diga el médico, solo quiero su firma en un papel. Ya lo he dicho, solo necesito unos antibióticos y a seguir funcionando. Varias llamadas desde casa y diversas gestiones que mejor no contar. Algunas horas más tarde Ricardo, a través de Noemí, nos confirmaba la activación del seguro. El martes lo paso en la cama, con bastantes molestias y con fiebre hasta las 18.00 horas, que malamente me levanto y de nuevo al Hospital Cira García donde entrego la copia del seguro, mi pasaporte y me siento ante la puerta de la consulta. Mi pesadilla está apunto de terminar. Me llaman de recepción. Falta el correo de confirmación de la activación del seguro. La señorita de recepción me asoma el teléfono para que hable con no se quién. Miro al techo…al suelo…a la señorita…al teléfono…al techo otra vez. Pienso en mis riñones…en mi vejiga…en la caminata que me he tenido que dar…en la caminata que me di el lunes…en la cama y en la fiebre… Pienso en la señorita…¿Sabrá el significado de “peineta”? ¿Sabrá traducírselo al del seguro? ¿A quién se la debemos colocar?...El del otro lado del teléfono…¿Será español o cubano?...¿Con que le saludo?...¿Con un “mevoyacagarentuputamadre”? ¿O será mejor llamarle “comemielda”?. Trago saliva y cuento hasta diez. ¿Será posible que mi salud ahora dependa de un correo…? ¿Pero, de esos correos que llevan la arroba, o de los que se llevan en la alforja? Mi situación solo puede ir a peor si lo tiene que traer el Pony Express. - ¿Será usted tan amable de devolverme mi seguro y mi pasaporte...? Llego a casa desolado. Yandris me dice que ha pasado Flor y que ha dejado algo para mí. Son los antibióticos. Lo único que necesitaba me estaba esperando en casa. Es como para echarse a llorar. En menos de cinco horas me meto dos pastillas. Al rato llegan Luís, Oscar y Fran que vienen del aeropuerto. Llegan con una nueva inquilina, Raquel. Me levanto hoy miércoles. Estoy perfectamente y además nos vamos a la playa. Al volver, Oscar nos está esperando en casa con Cari, Yoel y Jenny. Es su cumpleaños y traen una tarta, carne de pollo y cerdo, pizzas, cervezas y ron. Yo me he vuelto abstemio, solo bebo agua. Son las 2.30 del jueves. Acabo de escribir y todavía no he visto las fotos de la playa. Hay un tráfico intenso de camiones y autobuses dando bocinazos por la calle 12. La gente va haciendo ruido y cantando. Todos van a La Plaza de la Revolución. Si quiero dormir, me tengo que echar ya porque me quedan muy pocas horas. Es Primero de Mayo.

Habaneando. Playa. La Habana 2 (Alfredo Iglesias)

Habaneando. Playa. La Habana 3 (Alfredo Iglesias)

Siete días

Habaneando. Album de fotos. La Habana (Alfredo Iglesias)
Entrada correspondiente al Domingo, 27 de abril y que no fue publicada.Silvia y Francis vuelan ya hacia España. Se llevan las maletas llenas de buenos recuerdos. Su charla con Tamayo y una cena en casa del poeta Alcides, que fue ministro en los primeros años de la revolución y colaboró con el Che. En Cuba ya no se publica su obra. Nos han contado de su admiración por el comandante. Anécdotas, como su forma de saludar a las amistades, su capacidad de trabajo, solo dormía dos horas al día y de su vida austera. También se llevan un elegantísimo reloj cubano de “Cuervo y sobrinos”. Un reloj de bolsillo que ahora lleva una pulsera de cuero que, como casi todo en Cuba, fue un laborioso trabajo de varias personas que llamándose a gritos y prestándose materiales, el hilo, el cuero o el “pegamín” consiguieron finalmente confeccionar. Se llevan más amigos y dejan otras cosas. Unas gafas de sol, papel higiénico, cremas y alguna medicina.

martes, 10 de junio de 2014

Los hijos perdidos de Oshún

Habaneando. De vuelta a casa 1 (Alfredo Iglesias)
Habaneando. De vuelta a casa 2 (Alfredo Iglesias)
Lunes, 9 de junio Día de La Rioja y cumplo una semana en casa. Miro constantemente el reloj y resto seis horas. Ahora mis amigos de La Habana están durmiendo, yo sueño despierto con estar allí y por las noches hago lo mismo, a ratos dormido, a ratos despierto. A unos 7000 Km. de distancia las cosas no parecen haber cambiado demasiado, por lo menos de momento. Estoy sin teléfono en casa y tampoco tengo Internet. El teléfono móvil se ha quedado en Cuba. Saqué la tarjeta, pero en un error de persona mayor (cualquier niño se hubiera dado cuenta) todos mis amigos y conocidos se quedaron en la memoria del teléfono y en La Habana, aunque solo sea de forma virtual. También se quedó la petaca, compañera nocturna de juergas y paseos por el Malecón y un estuche de viaje con útiles de aseo que nunca fue estrenado. Una de mis camisetas preferidas, unos kilos perdidos e intransferibles (no me pesé al salir y tampoco lo he hecho a mi vuelta) y el puñetero teléfono, un regalo inesperado de última hora completan la pequeña lista de souvenirs logroñeses que se quedaron en la isla. Muy poca cosa. Se quedaron los ansiolíticos y antidepresivos. Parte de un tratamiento de por lo menos un año de duración que yo interrumpí a los pocos meses y al comienzo de mi estancia en Cuba, contraviniendo la opinión de los médicos y especialistas que me alertaban de los peligros de abandonar la medicación. Creo que la lista de lo que dejo, o más bien, de lo que Cuba me ha dado, empieza a tomar importancia. Me he conectado con el wifi de nuestro amigo Rafa, de LA GUINDALERA, desde donde se ideó y planificó en reuniones diarias todo el viaje y he visto por primera vez publicado todo el blog. A primera vista, faltan dos entradas que se nos han despistado y me interesa mucho publicarlas además de añadir más fotos y más grandes (ahora que puedo) y parte del trabajo de Luís, las obras realizadas durante esta “época cubana”. El sábado, Ricardo y yo estuvimos con Francis y Silvia en la finca de El Cortijo. Hemos lucido nuestras pulseras de colores con todos los dioses cubanos y una llamada a Luís para, entre risas, acabar gritándole “Comemielda….”. Por cierto, comimos ensaladas y chuletillas al sarmiento con vino de Rioja y ron cubano. Nos hicimos fotos que espero que se vean en Cuba y nos fumamos un Cohiba. Le faltó horas al día para hablar de nuestras experiencias habaneras. Acabamos en otra finca, de otro personaje que se nos presenta al oírnos hablar y confesarse enamorado de nuestro lugar en El Caribe. Allí y con Francis junior y Alejandro hemos perseguido a los cerditos y a las gallinas y hemos jugado con los caballos dentro del cercado. Me he llevado un buen pisotón y un salivazo en la camiseta.

viernes, 6 de junio de 2014

Abre los ojos y abdica. No estás en Cuba

Domingo, 2 de junio


 Un viaje insoportable. Más tarde echaré cuentas y entre aviones, autobuses y esperas serán casi 22 horas. Aeropuerto de Barajas. Son las 12,30 y veo mi maleta en la cinta transportadora saliendo entre las primeras. Me quedo esperando a Alfonso que llega media hora más tarde. Tres meses sin noticias y cae la primera. Juan Carlos abdica. Joder, esta si que es buena. Tres meses creyendo que íbamos a saber algo de Fidel, con nosotros allí, para vivirlo como testigos de excepción y la bomba cae en casa nada más llegar. Si llego a tardar tres meses más, igual me encuentro con una reina que no ha acabado la enseñanza primaria y a un descolorido Fidel cabalgando sobre Babieca espantando gringos. Vamos a la estación de autobuses, a las cuatro sale el de Burgos con Alfonso y Oleida, yo espero hasta las cinco y media. Cargado con mi bolsa de viaje, el ordenador, la mochila con el equipo fotográfico y un cilindro de cartón con cuatro cuadros de Luís, un equipaje que me hace parecer un “Homeless”, salgo a echar un pitillo. Enfrente un pequeño restaurante anuncia hamburguesa más refresco a algo más de cinco euros. Lo que menos pensaba después de la dieta cubana, era echarme al cuerpo otra hamburguesa, pero no tengo mucho apetito. Entro y un camarero amabilísimo y muy profesional me ayuda a acomodar mi equipaje y a mí mismo. La terraza esta llena de clientes pero él se defiende perfectamente entre las mesas, sin dudas, sin esperas, sin traspiés. Más que trabajar parece que danza con los platos y le sobra tiempo para ser amable. Ya no hay duda…empiezo a ser consciente... No estoy en La Habana. La hamburguesa, por cierto, casi me hace llorar…de gusto. Luego Villanueva y Torrecilla. ¡Pero que bonita es mi tierra! ¡Los que vienen de Madrid tienen que alucinar cuando pasan por aquí! Albelda, Lardero…Esto ya me empieza a “mosquear”. Palacio de los Deportes, Las Gaunas…Me cago en la leche, de esto estoy harto. Busco a mis padres desde la ventanilla del autobús. Han venido con Sonia. Todo es perfecto.

En el aire

Habaneando. Mesas de "La Pérgola" (Alfredo Iglesias)
Domingo, 1 de junio Me despierta Luís y nos despedimos. Son las siete y Bahamas le espera. Limpio el desastre provocado por la cena de ayer y me dispongo a hacer el equipaje hasta que me interrumpe la visita de Jimmy, que viene a despedirse y charlar un rato. Para comer, la última hamburguesa y la visita a Ernesto y a Asdrúbal, que ha encontrado una preciosa mecedora tirada en la basura (algo muy extraño en La Habana) y la está restaurando. Es mi última foto. En el aeropuerto no dejan entrar a los acompañantes y nos tenemos que despedir en la puerta. Ultimos abrazos con Isis, Flor, Sergey y más tarde Fran, con el que comparto los últimos momentos y confesiones en voz baja sobre la realidad cubana. Me voy sin ganas, pero con nuevas ilusiones, muchos amigos, proyectos comunes y la intención de reunirnos más pronto que tarde. Me toca pasillo y mi compañera de viaje, una cubana ya madurita que reside en Madrid, se despide desde la ventanilla del avión con un decidido “hasta nunca”. Trabaja cuidando a un abuelito y se ha tomado unas cortas vacaciones en su tierra. Tiene un novio en La Habana bastante más joven que ella (me enseña las fotos de estos días) y “pasa” de volver a verlo, que le sale muy caro. No se lo digo, pero pienso que ésta ya no es cubana. Vamos… que con dinero y un novio en La Habana ya parece una Yuma. Nos sorprendemos desde el aire de la inusual iluminación de La Habana. Hoy, a tres meses de mi llegada, La Habana y solo desde el avión, es una ciudad sin apagones, sin penurias, sin casas que se caen y sin desabastecimiento. Casi parece una ciudad normal. La Habana de noche y desde el avión es una ciudad llena de luz. (No es la frase con que quería acabar esta narración, pero tampoco la voy a acabar aquí. Tal vez solo sea el final de la primera parte. Voy a ver que da de sí todo esto y donde acaba. También quiero disculparme por haberme “echado al ruedo”. Que me disculpe la gente que de verdad sabe escribir. Que me disculpe también la gente que conoce bien Cuba y su historia. Perdón por mis errores, mi imprecisión y mi falta de información. Mi intención ha sido transmitir mis sensaciones y pensamientos, los únicos elementos con los que he jugado. Igualmente espero que a alguien le haya traído buenos recuerdos, que haya personas que coincidan con mi forma de ver las cosas y sobre todo, que en algún momento, un viajero que vaya a La Habana por primera vez y lea estas líneas, encuentre alguna utilidad en mis reflexiones, además de provocar algunas risas entre mis amigos)

Como marqueses

Habaneando. Luís Burgos en El Malecón. La Habana (Alfredo Iglesias)
Marqués de La Concordia Sábado 31 de mayo. Estoy con Sergey comiendo pan con mahonesa. Su nueva casa del Vedado es un hueco en un semisótano, un habitáculo robado a un garaje. A las dos vamos a casa de Isis. Lleva con las obras cerca de dos meses y se excusa por su aspecto fatigado. Solo aquí se puede comprender tanta dilación para acondicionar una vivienda. Falta cualquier tipo de material y es realmente complicado conseguirlos y a ello se une la actitud de alguno de los “profesionales” que han llevado a cabo la reforma. Valga el ejemplo de un establecimiento, una preciosa esquina de la 12 con 17, el Varsovia. Un restaurante que había sido estatal y ahora reabre con una nueva modalidad de gestión, al cincuenta por ciento estatal y privada. Cuando nosotros llegamos a La Habana habían comenzado las obras. Externamente no parecía muy complicado, solo necesita una mano de pintura en el gran salón comedor, unas plantas rodeando todo el perímetro, mesas, sillas y cuadros, aparte de la maquinaría que no se ve. Lo hemos visto día a día sin apreciar ninguna diferencia en el avance de las obras. Han cortado la cinta esta semana tras tres meses de reformas y lleva dos días sin clientes, con camareros paseando por el salón y charlando en la pequeña barra. En el país donde se recargan las fosforeras (mecheros), se sigue utilizando la balanza romana y apenas se conoce la fregona; tampoco hay publicidad, lo que dificulta más las cosas. Isis nos invita a café y nosotros hemos pintado parte de la estancia destinada a la galería, donde expondrá sus cuadros, hasta acabar con la pintura blanca. No va a ser fácil conseguir más. De vuelta a casa, esperan para cenar Alfonso, Oleida y América. Han traído pescado y una botella de crianza de Rioja “Marqués de la Concordia”. En su contraetiqueta se puede leer: “Don José Abascal fue nombrado Marqués de La Concordia en 1812 en reconocimiento a Su labor de unión entre el Nuevo Mundo Criollo y la vieja Europa” Alfonso y Oleida vuelven a España mañana en un vuelo media hora antes que el mío. Nos veremos en Barajas.

Habaneando.Cena en El Vedado (Alfredo Iglesias)


El vacío

Viernes 30 de mayo

Habaneando. Pescadores en El Malecón. (Alfredo Iglesias)


 Mi cabeza lleva varios días en España y mis pies todavía pisan las aceras de La Habana. Recopilo nombres y teléfonos. Ordeno fotos para mis amigos y me obligo a pensar en las personas que me esperan en casa y no en la situación que tendré que retomar. Afrontar los viejos problemas después de tres meses en la Habana cogiendo fuerzas o con una cinta en los ojos. Solo la vuelta me lo va a decir. La semana ha sido difícil en todos los sentidos. Calor, humedad y tormentas todos los días. Yo completamente descolocado, física y mentalmente, con el trabajo acabado y sin ganas de nada.

Habaneando. El Malecón. La Habana (Alfredo Iglesias)

La cámara de comercio y el comercio de cámara

Miércoles 28 de mayo No ha llovido, ha caído el diluvio universal. Un rayo ha caído muy cerca y hemos desconectado todos los aparatos eléctricos (el frigorífico, mi ordenador y la antena del televisor). Charlamos en el salón. Cada uno comenta sus impresiones acerca de la noticia de estos días, la delegación de la Cámara de Comercio americana de visita en La Habana. Todos parecen coincidir en que algo va a cambiar, las discrepancias se disparan cuando se habla de plazos… Salimos tarde de casa. En la Casa Balear una descaradamente espectacular mulata ejerce de guía a dos rubias enormes con cara de guiris y les presenta a varios mulatos. Estas dos, hoy no salen vivas. En una acera de la 23 un chaval que no llegará a los treinta está sentado en una pequeña silla con el respaldo apoyado en la pared y escucha música a través de sus auriculares. Pretende vendernos a una jovencita que espera en la sombra a unos cinco metros de donde estamos. Su precio es de 12 pesos y asegura poder conseguirnos otras dos chicas más para una supuesta fiesta que le hemos dicho vamos a celebrar. En el Pio Pio, abierto las veinticuatro horas, en un extremo de la barra un camarero juega al ajedrez con un cliente y en el otro, varios hombres rodean a cuatro mujeres que acaban de llegar. El precio de éstas, todavía es más bajo.
Habaneando. Olas en El Malecón. La Habana (Alfredo Iglesias)

3:10 to Yuma

Habaneando. Vecinos en El Vedado (Alfredo Iglesias)
Sábado, 24 de mayo Está acabando el día y nos sentamos en una terraza de la 12 con 25, frente al cementerio, a tomar una cerveza tranquilos. La noche está fresca y corre un aire muy agradable. Una pareja se sienta en la mesa de enfrente y un tercero se sienta con ellos más tarde. Ella es una muleta bastante atractiva y él se está quedando dormido, totalmente ausente de la animada conversación de los otros dos. Ese tipo no le importa una mierda a nadie excepto a mí, que he perdido mi tiempo observando sus cabezadas entre mirada y mirada a las piernas de su chica, que posiblemente acaben caminando junto a las del tercero en discordia. Entre trago y trago a las últimas cervezas frías que quedan en el local, repasamos el día y nos vuelve a la memoria Tommy, el del Ballet Nacional, reconvertido en hostelero. Al preguntarle sobre los precios para cenar en su casa, nos precisó, sin ningún rubor, que al extranjero acompañado por cubano o cubana, le cobraba siete pesos (convertibles) más. Solo dio una razón y muy clara: Esa es la comisión que le va a cobrar, si o si, el oriundo por haber traído a cenar a un Yuma. Yuma (extranjero, guiri) y comisión. Dos palabras clave para entender el cotarro habanero. Un aviso a los visitantes y que nadie se lleve a engaño, Yuma se es aunque lleves veinte años visitando Cuba y la comisión es una práctica habitual y socialmente aceptada, aunque llegue incluso a la coacción. El Yuma es la caja registradora en la que en la ausencia del jefe, se teclea setenta en una venta de cien. Lamentablemente, flaco favor le hace a un turismo cada vez más harto de los tejemanejes y tan necesario en la economía de este país. Una caja de habanos puede costar unos 25 cuc, si alguien te dice que 40…COMISION. Las comisiones se cobran por una caja de habanos y por cualquier transacción en la que intervenga un intermediario. Hasta aquí, todo normal, aquí y en Pernambuco (Nosotros tenemos en España buenísimos ejemplos…) Lo realmente doloroso es cuando se hace a tu espalda y por personas que creías cercanas y de tu confianza. El hacer un favor, en Cuba, siempre conlleva una pequeña ganancia, y en esto SI se diferencia a nuestra forma de pensar y actuar. DIGNIDAD es lo que muchos cubanos aseguran les falta a una buena parte de sus paisanos. DIGNIDAD que se pierde si 20 cuc es prácticamente la mitad de tus ingresos en un mes de trabajo y lo puedes ganar en una pequeña sacudida al bolsillo del “Yuma comemierda” . Una puñetera cerveza caliente que llena media jarra en otra puñetera terraza de la Habana Vieja puede variar su precio de 2,50 (que ya es cara de entrada) a 3,50 si eres un Yuma que pasea solo por la ciudad. Aquí hay que pedir presupuesto antes de nada y hasta para comerse un bocadillo con un refresco. Es tan normal, que hasta el cubano honrado que viaja al extranjero piensa que le van a engañar en los precios. Por otro lado, gente que si merece la pena y que nos previenen. “En Cuba nada es lo que parece”. Y añaden frases que ya hemos oído en otras bocas. Frases para provocar la compasión y la lágrima facilona. Y de las frases, a los hechos. Representaciones teatrales dignas de la mejor compañía de comedias o vulgares y zafias actuaciones de aficionado. Siempre consciente de que has visto un teatrillo, hay que pellizcarse la mejilla para volver a la realidad y ser consecuente, te lo quieras creer o no, lo que ves es ficción. Trucos como el del espejo, en su defecto una puerta con cristales tintados, sirven al comediante que se ha ganado tu confianza para verte llegar, estando él de espaldas y realizar su representación al alcance de tu vista. Una buena obra de caridad, por ejemplo y para que tú pienses lo buenísima persona que es, a pesar de su situación económica y vivir en el centro del mismísimo infierno. La ignorancia y el exceso de confianza son tus aliados. ¿Como se puede pensar que la mentira nunca llegue a ser descubierta? Detrás y al lado de cada mentiroso hay cincuenta ojos y veinticinco bocas. Alguna acaba cantando. Ahora nosotros, los gallegos del teatrillo ambulante, vamos a dirigir y protagonizar nuestra propia película. Una superproducción titulada “El Yuma de Montecristo” y dos “series B” de regalo… “La venganza del Yuma”y “El Yuma justiciero”.Seguro que reventarán las taquillas en la semana del cine español de La Habana. Hasta aquí lo que se puede contar, llegará el momento de dar un repaso a lo que no. (Que buenas ganas tengo). Insisto en que no metamos a todos en el mismo saco, que también hay gente con valores fuera de la menor duda y que nosotros los hemos conocido y estaremos agradecidos para siempre. En cualquier caso, que nadie te vea dar cabezadas, no te quedes dormido que te “levantan” la chica.

Cuba se aleja

Habaneando. Patio en Centrohabana (Alfredo Iglesias)
Viernes, 23 de mayo Luís se ha ido a la Habana Vieja esta mañana y ha vuelto con papel higiénico. Hasta ocho personas le han parado por la calle para preguntarle dónde lo había conseguido. Otras veces, yo he sido testigo de la misma escena pero con cartones de huevos. El desabastecimiento de artículos básicos ya es crónico y la situación empieza a preocupar y mucho…Y no solo por el hecho de la escasez, sino por las consecuencias que acarrea, crispación, picardía y la última y más desagradable, violencia. Para mí, empieza la cuenta atrás, la última semana en La Habana. Tengo la sensación de no haber hecho absolutamente nada, de no llevarme todas las fotos que pretendía, de haberme quedado a medio camino y de haber vivido tres meses fuera de la realidad, en un viaje en el espacio y en el tiempo cincuenta años atrás. Luís sigue gestionando los permisos para quedarse otros tres meses. Aquí nada es fácil. Un viaje de un día a Bahamas le asegurará un mes más y después tendrá que dar con otra fórmula para prorrogarlo. Trabajo no le va a faltar, un cuadro de seis metros que asusta solo de pensarlo.

La decisión de Osiris

Habaneando. Paloma ante el espejo (Alfredo Iglesias)
Miércoles 21 de mayo Se presenta en casa y nos la manda Asdrúbal. Osiris es la dueña del espejo que apoyado en el suelo del taller de Asdrúbal, espera ser enmarcado. Frente a él, se pasa las horas la paloma que pasea a sus anchas entre las herramientas de la carpintería. Osiris es negra y delgada. A sus treinta y cuatro años luce un cuerpo bonito y trabajado en las pistas de atletismo. Ha representado a Cuba en competiciones internacionales y ahora se dedica al baile y da clases de salsa. Va a ser nuestra María Magdalena en el cuadro que se está convirtiendo en nuestra mayor obsesión. Durante todos estos días nos hemos dedicado a la composición fotográfica de todos los personajes, objetos y fondos que servirán de base para el cuadro y Osiris es la última fotografía, la persona que nos faltaba. Nos habla de su época de competición. Su estancia en Londres, donde añoraba el sol de Cuba paseando con abrigo. Muchos de sus compañeros de selección no volvieron a Cuba y ella nos contaba que mientras su madre le estuviera esperando en casa, jamás dejaría la isla. Hoy ya no tiene ningún motivo para permanecer aquí y las competiciones ya terminaron. Su decisión le ha perseguido toda la vida y hasta hoy mismo, nos dice, le llaman “comemielda” por la calle.

El que corre por el filo


Habaneando. Atardecer con parejas en El Malecón (Alfredo Iglesias)
Sábado, 17 de mayo Recorremos calles de Centro Habana que no habíamos pisado. Hay una cortada por el reciente desprendimiento de una fachada y nos hacemos las mismas preguntas que se haría cualquier visitante que empieza a conocer La Habana. Pasamos por una plaza con un grupo venezolano haciendo rumba. Varios fotógrafos se dedican a retratar a los personajes más pintorescos, a mí no me parece suficiente como para sacar la cámara, aunque se que haría lo mismo si fuese mi primer día de una estancia de una semana a contrarreloj. Desde un balcón, el típico balcón habanero, se escucha música de percusiones. Pedimos permiso desde la calle y nos invitan a subir. Una treintena de personas están celebrando una ceremonia santera. Un altar con velas y agua al pie de un crucifijo. Debemos mojar nuestros dedos y con el agua salpicar el altar. Santo y padrino se arrastran por el suelo y protagonizan un ritual de movimientos propios de un contorsionista enajenado. Se que puede parecer irrespetuoso, pero es la única forma que se me ocurre de describirlo sin entrar en más detalles. La dueña de la casa empieza a demostrar un excesivo interés en nosotros y nuestras creencias, así que aprovechando unas repentinas ganas de evacuar, tomamos las de “Villadiego”. Otra calle, otro portal con un rótulo. Un café restaurante. Entramos despacio, casi con reverencia a una estancia inundada de nostalgias. No queda un hueco libre en mesas, aparadores y paredes. Recuerdos de una vida que podrían ser mil. Fotos, marcos pequeños y grandes, de plata o de madera, santos y vírgenes. También hay sombreros mejicanos, muñecos sentados en mecedoras y una pared cubierta de platos y tazas de café. Dos mujeres ven la televisión en el recargado y barroco salón sin prestar ninguna atención a los dos extranjeros que acabamos de profanar su hogar. Una estrecha escalera de metal en un patio da acceso a la azotea, terraza con mesas de forja, incontables y antiguas máquinas de escribir y de coser se oxidan a la intemperie, colgadas de las paredes o apoyadas en repisas. Pinturas en las paredes, plantas, mosaicos y cristales de colores. Un protagonista en casi todas las fotos, en algunas acompañado de otras personas, pero hay una que se repite constantemente, Alicia Alonso. Aparece, por fin, el dueño de la casa, el de las fotos. Disculpándome por mi atrevimiento y mi ignorancia me intereso por él. Se trata de Tommy, bailarín y profesor del Ballet Nacional de Cuba. Cargado de pulseras, pendientes y tremendos anillos con forma de sombreros se deja fotografiar. De vuelta al Malecón a ver el atardecer y un chico que pasea con sus amigos que me solicita ser fotografiado. Posa “divinamente”. No se imagina las ganas que tenía de fotografiarle y él ha sido el que ha venido a mí. Claro que al final me pide un dólar, le doy cinco pesos encantado y pensando lo barata que me ha salido una foto que buscaba hace tiempo. En La Punta dos parejas se abrazan acosadas por la presencia de los fotógrafos que antes habíamos visto en el concierto de rumba. Recuerdo las palabras del monólogo del replicante: “He visto cosas que vosotros no podríais ni imaginar”.
Habaneando. Personajes de  Centrohabana (Alfredo Iglesias)

De un extremo al otro


Viernes,16 de mayo

Habaneando. Atardecer en casa de Asdrúbal (Alfredo Iglesias)
 Siguen las lluvias y ya pensaba en ponerme a fotografiar charcos. Repentinamente te quedas vacío, no sabes que hacer y empiezas a echar de menos todo lo que era habitual, la casa, la familia, los amigos, un cortado por las mañanas, el periódico, Internet, un poco de información… Al mismo tiempo empiezas a hartarte del caos, de los olores, de los balcones desplomados y de la increíble subsistencia de esta ciudad. Ayer salí por la tarde, cuando paró de llover. Un amigo me aseguró haberme visto en la televisión. Emitían un programa sobre la selección española de fútbol y me vio durante un entrenamiento. Podría ser el previo al partido con la selección guineana celebrado en Logroño. Tiene gracia, yo en la tele cubana. Luego continúo andando hasta la Habana antigua. Desde la calle 12, es algo más que un paseo y llego reventado. Me siento a tomar una jarra de cerveza en la Plaza Vieja y me meten una buena clavada. En casa me dedico a “marisquear”. Esto se lo oí decir a Juanito Marín y a Zuri cuando te sientas en el ordenador y como no te quedan fotos decentes, empiezas a darles vueltas, las mareas un poquito, reencuadras por un lado o por el otro, rebuscas y…¡Toma ya! Me encuentro con dos fotos estupendas del otro día en la casa de Asdrúbal durante la sesión que hicimos para la última cena. Habían pasado totalmente desapercibidas y ahora me empiezan a alegrar el día. A las seis y media me levanto con hambre y me meto un plato de macarrones. Está lloviendo y lo hace durante toda la mañana del viernes. Por la tarde nos vamos a conocer el extremo más cercano a casa del Malecón, en La Chorrera. Hay un pequeño fortín, un templete que parece sacado de las “Mil y una noches” y un restaurante cuyos jardines son una tremenda discoteca, el 1830. Me llevaron el miércoles y si tienes entre 18 y 30 (por hacer un juego con el nombre), extranjero y con dinero, te puedes creer el mismísimo sultán, dueño y señor del templete, del castillo y de todo el harén que te espera en el jardín. (Ahora recuerdo donde comenzó mi pequeña depresión…) Más tarde nos hemos ido al otro lado del Malecón y que todavía no conocíamos. Otro Castillo, el de San Salvador de la Punta, frente al del Morro y vigilando la entrada a la Bahía de la Habana. Un hermoso atardecer, decenas de pescadores y de vuelta, el mar encrespado y las olas saltando por el Malecón. Hoy no necesitaba ver más miseria y me llevo algunas de las fotos de La Habana más hermosa. Esta ciudad me vuelve a gustar.

Habaneando. Los extremos de El Malecón (Alfredo Iglesias)

Otro desparrame mental. ¡¡Agua va...!!

Miércoles 14 de mayo El mismo día que tenemos que desmontar la exposición, Flor nos trae un PDF con la noticia publicada en La Rioja. Aunque parecía imposible, los cuadros, fotos y esculturas han entrado en el Lada de Isis junto a los dos metros de un Javier encogido en el asiento trasero. Llevamos dos días de tormentas y la de ayer acompañada de vendaval, lo que está retrasando los planes que teníamos para retratar a los tres personajes que nos faltan para “La Ultima Cena”. También me impide salir a fotografiar y está retrasando la visita de la señorita “curadora” de La Fábrica. Raquel nos ha llamado desde Londres y Asdrúbal se presenta por las mañanas, siempre con su buen humor. Ayer mismo, me comentaba que se había puesto a cambiar un grifo de una clienta que no funcionaba. En el taller le empieza a dar vueltas y a echarle “nalgas y codos”, como él dice. Grifo cubano arreglado. Viene y se lleva las garrafas que compró Raquel y que ya han quedado vacías. Las va a utilizar para almacenar agua con unas gotitas de hipoclorito (No busques lejía en La Habana).Yo le pregunto el porqué de tantas cisternas en las azoteas de las casas. Parece ser que el suministro de agua en Cuba se interrumpe durante varias horas al día. Luego me entero de que el suministro solo dura tres horas, de las seis a las nueve de la tarde. Asdrúbal me dice que el agua que corre por las cañerías va a las cisternas de las azoteas y a las viviendas, donde también algunos vecinos la almacenan en grandes bidones. Esto lo he observado en Habana Centro, tremendos bidones que descansan sobre alguna viga, que en cualquier caso no está para muchos trotes, en casas que se caen a pedazos. Es la forma de garantizar el suministro durante todo el día, haciendo acopio de agua. Me parece complicadísimo por mucho que tenga su lógica y pienso en los litros que derrochamos nosotros todos los días.

Nos quedamos solos

Habaneando. El patio de mi casa en El Vedado (Alfredo Iglesias)
Domingo, 11 de mayo Tengo un pequeño clavo en la cabeza y estoy cansado. Tres “lavadoras” por la mañana con la ropa de color y todas las sábanas de la casa han dejado el tendedero sin un hueco libre. Raquel me pide ayuda para cerrar la maleta. El abrigo ha quedado dentro y le quedan unas 16 horas para volverlo a necesitar. A las cinco en punto se presenta Mijail con su tremendo Oldsmobil para llevarnos al aeropuerto. De vuelta a casa, toda la ropa limpia descansa sobre la cama. No tengo fuerzas para hacer la cama y extiendo una toalla sobre el colchón. Son las ocho de la tarde y quiero acostarme un rato. Duermo trece horas seguidas.

sábado, 17 de mayo de 2014

Las últimas cenas

Habaneando. Raquel, Jimmy y los skaters (Alfredo Iglesias)
Habaneando. Día de piscina
Sábado, 10 de mayo Raquel había insistido en invitarnos y casi se suspende, pero estábamos cenando en Bikos como preámbulo de una indeseada despedida. En nuestra misma calle, todos los días pasamos por delante de él, Bikos (bicos en gallego es besos) es un restaurante que dirige una asturiana a la que conocemos mientras apura un habano en la terraza del restaurante. Llegó para trabajar en una nueva planta de Central Lechera Asturiana que apenas duró unos meses y tras once años entre Cuba y España, acaba de montar su propio negocio. Solomillo, pulpo, unos huevos rotos, croquetitas de bacalao, salmorejo y ensaladilla rusa van pasando por la mesa. Mientras tanto, hablamos del universo y sus “causalidades”. El colapso del inodoro provocó que conociéramos a Asdrúbal. Raquel quiso pintarle y vio su taller. Habló con Luís y éste recupero la ilusión por llevar a cabo el primer proyecto, la razón de venir hasta aquí y que ya estaba olvidado. Todas las piezas habían encajando y se habían sumado la voluntad, los personajes y el lugar adecuado. La cita fue el jueves a las cinco en el taller de Asdrúbal. Una hermosa luz va llenando las sombras de la estancia orientada al atardecer. Una mesa con un mantel blanco y una silla como decorado y mucho ron para los intérpretes y comensales. Luís llega con Croma, Jimmy y un Mesías del Reggae que acaba de conocer tomando un café. Un vecino que pasaba por ahí, unos amigos de Asdrúbal y toda la panda de los skaters se van sumando al grupo. Raquel dirigiendo el cotarro, Luís dando gritos, (algunos de alegría) y yo con la cámara. Uno a uno se van sentando, un gesto y unos clics en silencio para pasar a un júbilo contagioso, risas, aplausos y tragos de ron. Trece personajes y al final, hasta las mismas tablas de skate y Rocky, el perrillo de Jimmy que sabe volver solo a casa cuando no puede entrar a los bares, entran en la foto. Es la primera de nuestras últimas cenas, la base de un cuadro de gran formato que el destino, el universo o todas las “causalidades” juntas han querido dibujar. Al acabar, todos al café literario sin libros de 23 con G y mojitos a discreción. Nos despedimos citándonos el viernes a las seis de la tarde y uno de los skaters que me asegura que podré conectarme gratis a Internet desde ahí mismo. Llega el viernes y desde primeras horas de la mañana yo me dedico al trabajo de edición de las fotos del día anterior. Hay que montar un rompecabezas fotográfico con trece personajes. Por la tarde, Raquel y Luís se van a conocer al pintor Ever Fonseca, que les ha invitado a su estudio. Yo continúo montando la fotografía y acabo por reconocer que a estas alturas de mi estancia en Cuba, ya me da igual conectarme a Internet o no. Hace semanas que desistí y ahora, a veinte días de mi regreso, no tiene ya mucho sentido. Me quedo en casa trabajando. Hemos acabado de cenar y la camarera nos sirve el café. Una guapísima cantante, que en un principio confundo por brasileña, susurra suaves canciones acompañada por las notas de su guitarra. No puedo dejar de mirarla mientras seguimos recordando el cúmulo de circunstancias que nos han llevado a estar aquí sentados, en nuestra segunda última cena. Por la mañana nos había llamado Tony que nos invitaba a su fiesta de cumpleaños. Nosotros teníamos alquilada una piscina en Boyeros hasta las seis de la tarde y puesto que las dos cosas eran compatibles, invitamos a Tony y Mairés a acompañarnos. Pasamos a buscarles a casa, un timbre en la puerta que hacemos sonar y una puerta que se abre. El portero automático de la casa no es más que un ingenio de cables y cuerda que se mueve entre argollas y sube por el hueco de la escalera. Muy cubano. Tony, Mairés y Dado, el enorme cachorro cazaleones sudafricano, viven al lado del Hotel Presidentes y muy cerquita de lo que en otros tiempos fue un lujoso café donde la policía detuvo a Charly “Lucky” Luciano. El californiano nos explica las ventajas de vivir tan cerca de un hotel y tener algún “amigo” dentro. Desayuno de campeones a base de cerveza y a buscar al taxista que sea incapaz de ver a la enorme mascota de Mairés. Conseguimos un willys de los años cuarenta que accede a llevarnos a Boyeros y pasar a recogernos a las cinco y media. En la parada de autobús del hospital psiquiátrico nos esperan Sergey, Fran y Yuniel, a los que han dado plantón sus respectivas compañeras para este día. En una carretilla cargan una enorme caja acústica, un amplificador y el ordenador, además de la guitarra de Fran. Bajo el sol recorremos las embarradas calles, más bien caminos, entre carnicerías, fruterías y barberías y sorteando los charcos y a gentes con paraguas, motocicletas, motocicletas con sidecar, ciclistas con la parienta sentada en el cuadro de la bici, carros tirados por personas o por animales y algún que otro coche. Lo demás, es bien sabido. Chapuzones, saltos acrobáticos, música rompetímpanos, el perro que se cae al agua, uno que te empuja, dame cremita y ponte la camiseta que te vas a quemar. Dos botellas de güisqui, que prácticamente nos tomamos Tony y yo, la estupenda comida que nos trae la madre de Sergey y de vuelta para el Vedado. Nos tiramos a las camas, tenemos tiempo para una siestecita. Al despertarnos, suena el teléfono. Tony está llamando a todas sus amistades para cancelar la fiesta. Está “desnucado” por la tremenda borrachera. Vuelta al plan original, irnos a cenar a Bikos y después insisto en ir a La Fábrica. Se que a Raquel le va a encantar y no quiero que se vaya sin verla. Nos movemos con dificultad entre la enorme cantidad de espectadores de un grupo de danza que actúa en el piso superior. El calor es asfixiante y nos movemos hacia la terraza donde tropiezo con el mismísimo X Alfonso. Me presento y le felicito por la iniciativa de La Fábrica. Raquel que estaba ausente en ese momento nos pregunta por la financiación y si es público o privado este enorme complejo ocio-cultural. Le señalo a X Alfonso y ella se levanta y va hacia él, que amablemente le atiende y le indica la manera de conectar con la sala y mandar su propuesta expositiva o cultural. Bajamos al piso inferior y buscamos un hueco donde sentarnos. Al rato se nos presenta una señorita. Está buscando a una chica no muy alta, con un vestido rojo y unos tremendos ojos azules. Sin duda alguna, se trata de Raquel. Rosemary es una “curadora” o comisario de las exposiciones de La Fábrica y nos la manda X Alfonso. Nos da su tarjeta con el compromiso de visitarnos esta semana.

Puerta


Habaneando. Puertas de La Habana (Alfredo Iglesias)
Miércoles, 7 de mayo  Hemos cerrado con llave la puerta y hemos desaparecido. Lo de las visitas inoportunas tiene su gracia, pero agota y hoy no estábamos para nadie. Ha sido una fuga con premeditación y bien estudiada. Luís, Raquel y yo nos hemos ido a “habanear” solos. Ayer nos rompieron los planes, la casa se volvió a convertir en un centro de convenciones. Raquel bajaba de la azotea tras su “meditación” con Vicente y casi tiene que pedir permiso por el pasillo para llegar a su habitación y encerrarse. Yo pensaba salir al atardecer y traerme algunas fotos y alguna anécdota para contar, pero un día más, me quedé con las ganas. Un cafecito en la 23 y para La Habana. Hemos llegado a la mejor hora del día y tenía que aprovecharla. Un precioso sol de atardecer iluminaba las fachadas de colores. Me despisto y me pierdo un rato por el barrio chino y cuando los vuelvo a encontrar, Luís ya me esperaba con una bucanero en la mano. Contemplamos las fachadas de piedra, las puertas de madera tallada, descuidadas y castigadas a miles de portazos, pero enteras y en pie. La ciudad hoy estaba serena y tranquila, tan serena y tranquila como lo estábamos nosotros.

Raquel

Habaneando. Raquel, Luís y Alfredo (Alfredo Iglesias)
Habaneando. Raquel y Luís (Alfredo Iglesias)Lunes 5 de mayo Es una suerte tener a Raquel. Ha llenado la casa de buenas vibraciones, hay flores en la cocina, velas en la mesa y fruta y te por las mañanas. Ahora todos hablamos de nuestras sensaciones, de nosotros mismos, de las pocas ganas que tenemos de dejar la isla y de lo que haremos cuando volvamos a nuestra realidad cotidiana. Raquel hace meditación con Vicente todos los días y nos quiere incluir a Luís y a mí en el grupo. No creo que lo consiga… Por las tardes, pinta a Asdrúbal con su overol y su libro. Nos obliga a comer verduritas, sopa y esas cosas, así que comemos mucho más sano. Ha comprado agua como para llenar una piscina y las garrafas se amontonan en el suelo de la cocina. Las visitas a casa se multiplican, la “jovita” está revolucionando el barrio. Ayer estuvimos en el Bertold Brech hasta que nos echaron, luego un largo paseo por el malecón y al llegar a casa, charla a la luz de las velas hasta casi las cinco. Hoy nos ha dado tiempo de conocer a una pareja. Ella músico y estudiante de periodismo, él, Andrea, un bailarín griego enamorado de la danza afrocubana y de la rumba. En la mesa de un café, charlando un pintor, un fotógrafo, una músico y un bailarín. Nos hemos despedido sin más, sin intercambios de teléfonos, sin citarse para otra ocasión, sin esperar volver a vernos. Creo que hemos llegado a cierta saturación de amistades y compromisos, y lástima porque estos dos, creo que eran de los que merecían la pena.

Habaneando. Pareja en el café literario de calle G (Alfredo Iglesias)

Invasión en suelo español

Viernes, 2 de mayo No suele ser necesario hacer planes para pasar la tarde y cuando los haces, en la mayoría de los casos se ven trastocados. Casi nunca hay silencio. Niños que lloran, camiones, la cotorra de la casa de enfrente o el martillo de Yandris. Cuando el teléfono empieza a sonar ya no para en todo el día y cuando te vas a marchar, alguien viene a visitarte. Quedarse solo, es un lujo aunque no sepas que hacer en esa soledad. Cuando vas a hacer una cosa, haces otras cinco por el camino y te olvidas de lo que realmente tenías que hacer. Uno que te llama… Otro que te pide… El de más allá que te sugiere… Bienvenidos a la casa de La Charito. Vamos a salir a comprar por la tarde. En casa no queda de nada. Lavavajillas, jabón de lavadora, agua, tomates, verdura, fruta, café, azúcar, leche… Llaman Sergey y Fran. Vienen a casa y alguien debe quedarse a esperarles, Luís y Raquel salen con las mochilas. Los chicos se presentan con una tarta con nuestros nombres, Coca Cola y ron. Enciendo el ordenador, vemos algunas fotos y ponemos música. Les encanta la música española, sobre todo Sabina y Melendi, el nuevo ídolo por estas tierras. Llegan los que han salido a comprar y descargan la compra. Luís vuelve a desaparecer… Ya tenemos casi montado el “guateque” y llega Luís con refuerzos, media plantilla del Pio Pio de la esquina con 23 ( Pio Pio o como se llame, es un bar y restaurante donde ponen pollo con arroz). Claudia y otro camarero han acabado su turno a las siete pero han tardado más de una hora en hacerles el relevo. Quedaba un trozo de hielo en el congelador, lo picamos y empezamos a poner cubalibres. Se presenta un rasta que no conozco y se da unos abrazos con Luís que parece que llevan dos años sin verse. Le sirvo un trozo de pastel, se mete un cubata y se pone a hablar de música reggae con Fran. La cocina se ha quedado muy pequeña. Esto es un “sinvivir”. Alguien se lleva la botella de ron hacia el saloncito de la entrada, todos los demás seguimos el rastro y nos dejamos llevar. Llaman a la puerta, Asdrúbal enseña las herramientas. Viene a arreglar el grifo de la cocina que gotea hace un mes y después aparece en el saloncito con un vaso vacío en la mano. La cocina ha quedado como un campo de batalla y las hormigas, que parecen buitres, se están dando un festín con los restos de pastel esparcidos por la encimera y el suelo. Napoleón, que ha cambiado a su caballería mameluca por mambises cubanos, se retira vencido.

La Habana desde un descapotable rosa

Jueves, 24 de abril

Habaneando. Hotel Nacional. La Habana (Alfredo Iglesias)

Habaneando. Con Tamayo y paseo en descapotable (Alfredo Iglesias)Salimos disparados hacia el Hotel Nacional, enorme y lujosa construcción de 1930. En la terraza ajardinada con vistas al Malecón están desayunando Silvia y Francis con el pintor cubano Reiniero Tamayo. Recorremos el hall y el Cabaret Parisien. Los pasillos de madera blanca y los ascensores con una media esfera y una flecha para indicar los pisos, se asemejan a los de primera clase del Titanic. Las habitaciones son sobrias y elegantes, con todo lo que pueda evocar épocas más actuales oculto en bellos armarios. Pienso en Fran Sinatra actuando en el Parisien y Capone ocupado en los “negocios de la familia” desde una habitación con dos matones en la puerta. Salimos del hotel en un Buick descapotable hacia el Boulevard. Vuelta a La Habana de verdad, la que se cae a pedazos, y después paseamos por el barrio chino. En una carnicería posamos dentro del mostrador con filetes de cerdo y casquería, Luís afilando cuchillos y el dependiente implicadísimo en nuestra juerga. Luego, en una tienda de Santería nos compramos pulseras de colores. La mía, verde y amarilla representa a Mayuba. Acabamos en La Habana Vieja, la de los guiris. Cerveza en La Pérgola con músicos y son cubano. Un niño desde la puerta baila sin atreverse a pisar el escalón de entrada. Al irse insiste en despedirse del grupo de españoles que hemos aplaudido su soltura y lanza un beso a Silvia. Una guapísima mulata, acompañada de un señor mil años mayor, se extraña de nuestras pulseras. Su religión no entiende de extranjeros con pulseras de colores. Comemos en Sevillas. Nos acompañan dos músicos con las canciones de Silvio Rodríguez y una pareja de Palencia con su hija. Y a la Plaza de Armas. A un impresionante palacio, que fue casa del gobernador, se accede a través de un adoquinado de madera que mando cambiar la señora del regente con el objeto de no ser despertada de sus siestas por el ruido de los carruajes y de los cascos de los caballos. Plaza de la catedral y por fin, algo que pensaba no ver nunca. Después de dos meses en La Habana, llega lo inevitable. Creo que he hecho suficientes méritos para inscribirme en el Guinnes. He visto La Bodeguita del Medio. Visto y no visto, lo que he tardado en hacer “clic”, y a otra cosa, mariposa. Pues sí. Pasamos por la Calle Industria, como tantas veces. Una puerta abierta y sillas en la calle. Cuatro chicas se nos quedan mirando y una me pone morritos. ¡ Que pelucas, que colorido, que hombros, que largas son estas tías, que nuez!...¿Ehhh? Son ellos. Insisto en hacerles unas fotos. Una de ellas corre despavorida hacia el interior de la vivienda y otra pide diez dólares. Iré pensando una táctica. No me puedo quedar sin su foto. Joder. ¡Que objetividad! No se en que estoy pensando. Mayuba no es ningún santo protector ni nada parecido. Mayabe es la cerveza cubana que nos metemos siempre que hay. Yoruba es el santo de la pulsera verde y amarilla. Yo me he inventado, sin mala intención y sin querer faltar al respeto a nadie a otro bendito… o estoy echando de menos una San Miguel. Bueno, ahora no estoy seguro de nada.

Habaneando. La Habana para turistas (Alfredo Iglesias)