A los pocos días de
mi vuelta y sentados en la terraza de una céntrica cafetería logroñesa me
presentan a un hombre. Es algo mayor, camisa a cuadros azules, elegante y de
apariencia económicamente acomodada. Visitó La Habana hace unos años y no
piensa volver.
- ¡Vaya ciudad!
Todo está roto…y ¿Qué me dices de la suciedad y el olor en las calles a pis de
caballo?
- ¿Qué si me di
cuenta?...Fueron los primeros quince minutos del primer día en Habana Centro y
frente al Capitolio, nada más bajarse del almendrón. Aquello era como empezar a
pasear por la luna. La parada de los coches de caballo está ahí mismo y ríos de orines corren por el asfalto. Una “guiri”
delgada, blancucha y con ojos llorosos se tapaba boca y nariz con un pañuelo y
corría entre una nube de humo negro de motor para evitar permanecer más tiempo
en esa zona y acabar vomitando. Luís recogía unas hamburguesas en un puesto
cercano y a la vuelta de la esquina una mujer tendía la ropa en uno de los
balcones apuntalados de un bloque de viviendas hueco y por donde crecía una
vegetación incontrolada. ¿Olor?...Aquello fue un bofetón en toda la cara. Tanta
realidad y tan junta apesta. Estaba como borracho sin haberme dado un trago.
El hombre me dijo que había pasado una semana en La Habana. Me pregunté que narices
pudo hacer los seis días, veintitrés horas y cuarenta y cinco minutos
restantes.
No voy a negar que situarte de repente frente al Capitolio,
de buena mañana, con un bullicio de gentes que no sabes muy bien que están
haciendo ahí, con un fuerte olor a orines, con coches de los años cincuenta que
dejan una nube de dos metros de humo negro y rodeados de casas apuntaladas y
habitadas en pleno centro de la ciudad, impresiona mucho, pero impresiona más
que un hombre invierta su tiempo y sus euros en unas vacaciones a un lugar que
solo te deja el recuerdo del olor de los orines de los caballos.
Otra de las frases más escuchadas entre los que visitan
Cuba:
“Tienes que ir a Cuba
antes de que cambie”
¡Buff! Se podría estar todo el día analizando este
pensamiento. El que viaja a Cuba y dice esto parece estar deseando que no
cambie nunca, como si fuera posible pasear entre sus destartaladas y sucias calles
congeladas para la eternidad y sin fecha de caducidad. El menú está servido:
Viaje al siglo pasado, mujeres prostituyéndose a tiempo parcial para llegar a
fin de mes y la posibilidad de contar a tu vuelta toda la miseria que has visto
y lo mala que fue la
Revolución mientras te tomas unas copazas con los amigos en
la terraza de moda. Claro está, que si cambia, a tomar por saco Cuba y los
cubanos y el próximo viaje a cualquier Resort de República Dominicana que al
fin y al cabo será lo mismo, cemento y más cemento bordeando playas privadas. Y
es que si muchos errores se han cometido en Cuba, está en la mejor situación
para no repetir los nuestros, todos los males de una sociedad de consumo,
irrespetuosa por el medio ambiente y de una avaricia tan desmedida que ha
generado una crisis humana, económica y medioambiental de consecuencias todavía
desconocidas.
Por el otro lado, si hay algo que debe cambiar urgentemente
en Cuba, que el sueldo de un cubano le alcance para comer los treinta días del
mes.
Claudia nos había invitado a su fiesta santera de cumpleaños
en casa de su abuela. La puerta estaba abierta y los invitados se repartían
entre las estancias de la casa, el descansillo y las escaleras. El sobrinito de
Claudia anuncia nuestra llegada a gritos durante un descanso de los músicos.
Luís, un hombre blanco, camarógrafo jubilado y vecino de
escalera participaba de la fiesta sin excesivo interés. “Folclore, todo
folclore” Me comentó.
Estuvimos hablando de nuestros trabajos y pronto hicimos
buenas migas. Me habló de todo lo bueno que había traído el régimen, incluida
la sanidad y la educación gratuitas.
- ¡Coño!... Pues
igual que nosotros. Si es que, no debemos ser tan diferentes. Lo que vosotros
llamáis Socialismo, nosotros Estado del Bienestar (…de momento). Y es que con
todo lo que ha costado conseguirlo, ahora se lo están cargando y aquellos
logros cuando ya solo sean un viejo recuerdo, los renombrarán como “rancio y
desfasado comunismo”. Luís, y…hoy por
hoy…¿crees que en Cuba se vive bien?
Luís se explaya en su discurso de defensa del Castrismo para
acabar diciendo:
- Bueno, si. Las
casas si que están un poco despintadas.