jueves, 23 de octubre de 2014

En La Habana no ponen Master Chef

Habaneando. De compras en La Habana (Alfredo Iglesias)

Mis amigos en La Habana no se lo podían creer. Mis amigos pintores, músicos y bailarines no podían entender que el arte en España actualmente se haga en las cocinas. En La Habana, el arte es reivindicativo, explosivo en formas y contenido, concienciado social y políticamente y muy crítico. Unas veces de forma velada y otras sin contemplaciones. Se analiza, se desmenuza y se  opina desde los micrófonos, desde los lienzos, con el cuerpo y con el alma, el pasado, el presente y el porqué de las cosas. Ríanse de Harry Potter, magia hace una madre para dar de comer a la familia dos veces al día haciendo combinaciones de tres elementos. Los niños en La Habana van al colegio en camello, pero no sobre él, sino dentro de sus tripas (haciendo referencia a un medio de transporte ya desaparecido). La Habana es una ciudad enferma que supura arte, pero arte del que llamábamos nosotros “con mensaje” cuando sabíamos protestar. La Habana hoy es como el Madrid de los ochenta y la gente atrapa su porción de libertad para compartirla, embellecida si es posible, con los demás.
En Cuba se come arroz y frijoles y se cena frijoles con arroz. Algo de cerdo si hay suerte, pizza de tomate y queso, hamburguesas y espaguetis si lo puedes pagar, luego te vas a cantar, a bailar o a pintar y siempre a disfrutar.
Estos iban a “alucinar” si viesen que en nuestros periódicos se les dedica tantas páginas a los cocineros como a los equipos de fútbol, si viesen una televisión plagada de programas y concursos con señores de blanco cortando cebollita fina.
  -Si ves que han llegado huevos, asegúrate un par de cartones porque mañana no habrá. Los huevos son pequeños y de yema muy amarilla, no se parecen en nada a los que comemos aquí. Me han dado explicaciones de todo tipo pero una me llamó la atención: Los huevos son así porque a las gallinas se les alimenta con larvas de mosca.
Muslos de pollo, eso si que hay. Pollo frito por todos los lados, pero solo los muslos.
  - Pero que coño hacéis con el resto del pollo. A ver si algún día veo una pechuga
  - Las pechugas se quedan en los hoteles (cualquier sentido que se le quiera dar a esta
    frase es cierto)
…Y cuando ya no puedes más, decides darte un atracón. Al final de la calle hay una barra que se llena con cuatro personas y que aquí llaman cafetería. Me pido un platazo de espaguetis que me tengo que comer de pie o sentado en las jardineras vacías que dan a la calle. Algunas veces no me han podido atender porque te tienes que traer el plato de casa. Doce pesos cubanos, menos de cincuenta céntimos de euro y te vas “comido” a casa.

Aquí hacemos arte en la cocina, cosas bellas que conquistan nuestra vista y nuestro olfato, encandilan al paladar y……..ya no pasa nada más. Llámenme paleto, pero este es un arte caro y cuando no hay pasta, no se venden muchos  cuadros.